29.1.13

rehabilitar+restaurar+conservar

Basta abrir los ojos a la realidad para confirmar que el futuro inmediato (y quien sabe si definitivo) del quehacer arquitectónico, se encuentra en la rehabilitación. Rehabilitación, restauración y conservación. Tres conceptos que siendo similares encierran un universo de oportunidad cada uno de ellos. 

Una rehabilitación, en el estricto sentido de la palabra, es eso, una re-habilitación, es decir, una vuelta a habilitar lo que deshabilitado estaba.
Entiendo por ello la recuperación del uso primitivo, quizás sin mayores dilemas compostivos que los de devolver al edificio sus caracteres primigenios, sin gran aparataje constructivo, sin operaciones de recuperación de envergadura. 
Restauración y conservación probablemente sean conceptos que encierren disyuntivas de mayor calado. Hablar de restauración parece que lleve aparejado un sesudo estudio previo y una meticulosa puesta en escena de las obras a acometer en edificios de valor histórico. El restaurador, como proyectista y director de la intervención, se debe posicionar y optar por el mero saneamiento y mantenimiento de lo que hay o bien transgredir el corsé conceptual aportando elementos nuevos con el objeto de reparar la obra que está siendo restaurada.


Por otra parte, la conservación da a entender un puro "mantenimiento de lo que hay", quizás con tintes romanticistas de conservación de la obra, del mantenimiento de su esencia, del profundo respeto a su naturaleza.

No se pueden abarcar los temas de la restauración y de la conservación sin hacer mención a Violet Le Duc y John Ruskin, dos grandes figuras decimonónicas que abordaron estas cuestiones desde puntos de vista antagónicos. 

Sin ahondar en sus biografías, la postura de Le Duc frente a la intervención en edificios históricos, es la de ponerse en la piel del proyectista original, es decir, intervenir sobre la obra como lo hubiese hecho su creador, nunca perdiendo de vista los ritmos y reglas compositivas de la época en la que se gestó, en definitiva, tratar de devolver al edificio su forma original.


Ruskin en oposición a Le Duc, defiende la conservación de la forma y alma de la obra original, sin otra intervención que la mínima para su necesario mantenimiento. Opositor casi radical de los perniciosos efectos sociales y estéticos de la Revolución Industrial, confía más en la propia esencia de la obra que en la mano intencionada del restaurador contemporáneo.


En definitiva, el técnico rehabilitador, o restaurador o conservador, debe posicionarse ante la obra que tiene delante, y quien sabe si lo conveniente sería hacer como decía Alejandro de la Sota <<el arte está en dejar constancia de todo a lo que se ha renunciado>>.